Estaba solo y hueco como yo
aquel pedazo de tronco seco,
era madera muerta por dentro,
llena de hongos, tripas y sesos.
Tan solitario lo vi que pareció
mirarme de vuelta con dolor
y preguntarme: —¿He muerto?,
¿por qué no he visto a Dios?
La marcha fúnebre del viento
el polvo del suelo levantaba
y se acercaba la muerte lento
y solo con el tronco quedaba.
—Qué tronco tan estúpido eres:
tienes la tierra, mas no raíces,
tienes el agua, mas no la bebes;
tienes el sol y la sombra temes.
Volteé la cabeza hacia el río
y la muerte esperando estaba,
tejiendo un manto de frío
para el espíritu y el alma.
Su mano acercó a la mía,
y el viento ya no lloró,
y el tronco se desvanecía,
junto a los pies de Dios.
—Felicio Flores