Con esa elegancia, que asombro provoca,
airosa camina con regia actitud;
su cuello de cisne, su mórbida boca,
invitan a excesos de gran magnitud.
Su frágil figura pasiones desboca,
llevando en sus formas, de amores alud;
y como las rosas, el alma me toca
con suave perfume que causa inquietud.
Mirarla en la calle vestida de seda,
con labios sonrientes de rojo carmín;
es ver de los cielos un ángel sensual.
Conserva su encanto la gracia de Leda,
con tierna inocencia de blanco jazmín;
que ensueños despierta, con luz sideral.
Autor: Aníbal Rodríguez.