Aquel globo se iba inflando
con el viento a su favor;
rápido se iba agrandando,
con ínfulas y esplendor.
Y el globo al estar inflado
una aguja lo pinchó;
lo pinchó por un costado
y aquel globo se explotó.
Sin aire y descontrolado
al precipicio cayó;
quedando despedazado
el viento lo revolcó.
De igual forma pasa al ego
de quien se cree mejor;
cuando siente ardiente el fuego,
corre con mucho pavor.
No te ufanes de sabiondo
ni creerte superior,
que en la selva de Macondo...
¡Crece la más bella flor!