Y las rosas se volvieron mariposas y estas esparcieron todos sus aromas, y las piedras quisieron volar, y sin saber la razón
se convirtieron en bellos colibris, y volaron con sus alas más rápidas que mil vientos, su belleza se esparció por las siete lunas que alumbran la imaginación, repartiendo fragancias que enamoran el alma de quién es capaz de inalar esencias perfumadas.
No sabría decir el nombre de ese magnifico y mágico lugar,quizás esté dentro del mismo Poema, ahora que lo pienso, es lo más apropiado para ese dulce volar, elegante, sutil, y tan particular que el colibrí tiene, flotando en el aire o contra el viento, volando siempre entre flor y flor.
Mael Lorens
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de Autor 20/07/2019