Visitaré París y tú vendrás conmigo,
mon coeur, y tú serás
mis ojos y mis miedos, mis labios y mi espada,
recorreré el París de los comercios turbios,
de las calles delgadas,
los metros,
los tranvías, las terrazas del té y las luces rojas
de los bares nocturnos.
¿Lo recuerdas, mon coeur?
Una vez me dijiste que París no era el mismo de la mano
de un novio comunista, que la Eiffel
se afilaba las uñas para herir la sonrisa de Gioconda
y una noche en el Louvre era una noche
de pasillos colgantes,
pues muy bien,
aún podrás encontrar en una esquina
la mirada marrón de aquel muchacho con camisa fieltro que observaba
el Sena en mil orillas, la ciudad
recién bombardeada,
ahora puedes buscar dónde recitan sus versos los ilustres
poetas fusilados, cómo acaban
las noches de una guerra o cuántos años precisan los filósofos
para hacer que un invierno se revista
de nieves escolásticas.
Porque ahora, mon coeur, que cada tiempo reclama su lugar
y un instante perdido es todo un mundo
visitarás París, te lo prometo,
conmigo de la mano.