Te aprendí a amar a la distancia
allá a donde las gaviotas no llegan,
aprendí de las flores la constancia
de cuando esperan la primavera.
Aprendí a domar mi corazón
que era salvaje y libertino
y a guardar las oleadas de pasión
para cuando nos cruzara el destino.
Aprendí a llorar en silencio
para que los teros no se asustaran
y a valorar todos los recuerdos
por más vanos que sonaran.
Aprendí a rezar entregada
a los misterios del Dios divino
y a mirar el cielo esperanzada
cuando entre las nubes te adivino.
Aprendí, y aprendí muchas cosas
en tantas noches al esperar
pero lo que aprendí más importante
es que al fin soy capaz de amar.
Amar como nunca imaginé que amaría,
amar en la distancia torturadora
amar hasta el ocaso del día,
y de nuevo con las luces de la aurora.