En los campos alcarreños de Brihuega,
ondulados por lomas de hileras rasantes,
perla para pintores y fotógrafos amantes
de la amalgama de colores que juegan.
El zumbido de las abejas insaciables,
el aroma que empapa el aire,
la brisa que contornea la flor con donaire,
es una experiencia sensorial inolvidable.
La lavanda tiñe sus páramos de color violeta,
al mutar la luz en sus bellos colores,
en Julio, cuando esta reina de las flores,
adorna su verde tallo con una pañoleta.
Por las gratas sensaciones de sus esencias,
ya en la antigüedad, perfumaba los baños,
de nombre Oro azul, le bautizaron antaño,
en aceites y perfumes mora su presencia.
José Antonio Artés