Cuando la tarde se escapa
y la noche se aproxima
miro brillar en el cielo
el fulgor de tus pupilas
y observando las estrellas
y sus estelas tan límpidas,
me recuerdan tus miradas
tan dulces y tan divinas
que semejan los poemas
escritos por Vargas Vila
llenos con aquel aroma
de amor, pasión y lascivia.
Cuando las nubes serenas
suavemente se deslizan
sobre la alfombra argentada
tejida con bugambilias
que le dan al infinito
grandeza tan argentina,
me recuerdan tus suspiros
cuando mi piel acaricias
sintiendo correr mi sangre
cual si fueran sinfonías
que destila La Traviata
o el Barbero de Sevilla.
Cuando la luna aparece
y me brinda su sonrisa
miro en su disco celeste
de tu faz su luz pristina
con ese brillo que tiene
el rostro de Mona Lisa
empapado de misterio
de ilusión y de armonía
que retrata la pureza
más grandiosa de la vida
de darse sin condiciones
y sin míseras falsías.
Cuando el viento es apacible
y los cocuyos titilan
en armonioso susurro
escucho como suspiran
los alientos de tu cuerpo
de preciosa y dulce ninfa
desparramando perfume
de la bella flor de avispa
y dibujando en tu boca
el gran beso de Afrodita
que consigue con sus mieles
inspirar mi poesía.
Autor: Aníbal Rodríguez.