Lourdes Aguilar

ERASE UNA VEZ

Una fijación hay en mi mente

como un quiste de alguna enfermedad incurable

una mente que comenzó como hoja en blanco

una mente que inició rebosante de palabras

palabras alegres fluian a mi boca

vigorosas, variadas brotaban a borbotones

como niños traviesos, como bandadas de aves

palabras ingeniosas para contar historias,

palabras risueñas, palabras misteriosas

palabras incansables en derredor se expandían

un himno a la aventura y a la fantasía le cantaban

 

Pero sucedió

que esa fuente aparentemente inagotable

de alguna manera atrofió su flujo

y de pronto quedaron dispersas las palabras

tan solas como cuentas de un collar roto

extinguiéndose imperceptibles

como se pierden los juguetes en las casas

las monedas en las calles

las almas en plenilunio

en la espuma del mar turbio

así amanecí de pronto un día

sin voz, sin historias, sin himno ni nada



He andado ya tanto y ni rastro queda

pepenando voy una a una palabras heridas

en un mundo cruel que fantasía

nobleza, amor y esperanza no desea

yo las recojo pretendiendo compensar mi gran vacío

pero herida la palabra carece de emoción y fuerza

no hay cadencias en los poemas

no hay ensueños que alienten la creación

no recuerda su himno el corazón



Cómo añoro ese inicio ya lejano

esas imágenes prolíficas de una mente incesante

esos labios que desconocían la mueca del dolor

esos oídos no profanados por la discordia

y la monotonía del lenguaje escueto

cada vez más vulgar y retorcido



Tan lejana está esa época

cuando la palabra estrenada

se hilvanaba y exhibía

en emocionantes e intensos versos

eran tantas, tantas como flores en primavera

como gotas de lluvia en la pradera

he andado mucho, he perdido tantas

sacrificadas en algún rincón de éste espacio

a donde solo las hadas o los querubines

sin mácula de malicia han de alcanzar

ya no tengo palabras, ya no tengo voz

me cansa tanto este caminar despacio