Jose Honorio Martínez Ochoa

LOS OFICIOS DE LA LUZ CREPUSCULAR

FRONTERAS DE LA LUZ

 

EL SILENCIO

 

El silencio visual divisa el oleaje y lo celebra,

mi voz como una profecía en el verano;

la convierte en energía y abre el lento vértice del río,

la luz y la luna desplegada lo recuerda.

El escrito nos recrea el verdecido universo y nos despierta.

El relámpago amarillo en nuestras noches

se verte en su revuelo como la flor entre las manos.

 

FRONTERAS DE LA LUZ

 

            I

 

Esa luz gravitatoria en el delgado júbilo de nuestra piel.

Arruga en el fondo de la luna y tal vez,

es anhelo o sustancia de la estrella astral que nos contempla,

página en el tiempo con el espejo y el amor;

gotas de la noche,

geografía de las rosas nos rebasan

desde el viento hasta los hombros

y el espanto nos desnuda y quema.

Gira la tierra sobre los muros del sol y el otoño líquido,

atadura del amor por todas partes,

vino entre sus llamas, luz y rosas por delante;

cambia la luz y se sacude

y sigue ahí, en el infinito y la distancia es un torrente.

Se bañan mis ojos en la rotación desplegada de las claridades

y se anidan en tus manos,

crepitan mis delirios bajo la desnudez del mismo aire;

radiación magnética del vértigo.

Alianza gravitatoria de un segundo al mirarte.

 

II

 

Mi visión sobre un peñasco es la armonía de sí misma.

Calor entre nosotros para perderme en el relámpago de peces,

dame el ímpetu que impone el florido acento de tu voz.

El viento Sur en la terraza es lluvia y canto de mis sueños,

llega con amor y es voluntad fugaz de los limones.

Me deslizo como la miel del fruto, solitario con nube y aire

y en la mano se derrama el tiempo con círculo de ser agua o imágenes del viento.

Ansia de mi alma y de un hilo de mis labios,

semilla roja de la luna, mirada envuelta con su aroma.

Pongo mi mano en el jazmín y se quema en el vergel con esa luz en la pared,

recuerdo ese amor en el espacio petrificado de los días,

un amor con esa luz en el corazón del aire y su jardín.

Tibieza del círculo consciente de la estrella;

pétalo tembloroso del espectro lúdico del mundo,

agilidad de la mirada,

remedio de la brisa y de la salvación marina en la penumbra,

natural pétalo de lágrimas,

prado de los días acechando los jardines de mis luces.

En este amor el viento de febrero me conmueve,

océano que uno respira y nos revela en su crepúsculo, su propia voz,

sombra en la mirada,

los pesados pétalos cargados de esperanza y aquí tu voz,

la emoción entre los frutos es tormenta; añadidura de las avaricias;

recuerdo del sentido que dibuja las palabras,

contorno de perlas y la belleza es tu descanso,

fuerza de los días, cultivo de mi interior contra tu sueño.

 

III

 

El naufragio sobrevive aquí y en todas partes,

el muelle moldea y se entrelaza a lo largo del mar y su blancura,

viene el amor de tus ojos y son llamas del crepúsculo;

pétalos en un follaje que respiro a tu lado, aroma que nos revela la paciencia.

Vuelvo a ti y tu corazón es río o trono de las hojas en agosto.

Puedo tropezar en una piedra y envolverme en tus abrazos,

arrojar las pasiones sobre el agua, ir tras las recias formas del recuerdo.

Hago brotar desde los vientos el trino del espectro

y gotea humedades con sed de almendra encarcelada,

roe en mí la luz de tu perfume;

acecho la carrera de tu ola y sin pedirlo regresa mi latido,

en mí se pierde un chopo de la brisa,

se precipita su objeto y es ciclo tembloroso de su ola;

sobrevivo a tu dulzura mientras dibujo en el suelo tu rodilla,

la esperanza de extender mis brazos a tus caricias instantáneas

y sobresalta al vaho de las telarañas de mis ojos.

 

IV

 

El viento Sur en la terraza es pie desde la noche,

es mar o fuerza de la roca reposada en la lentitud encendida de mi rostro;

atesora sencillamente su cimbrar, escena del cuerpo vegetal.

Las olas son las nuevas sombras que tocamos;

la risa a plenitud entre las hierbas va más allá desde mi fuerza,

los labios sobre el camino de tus manos encienden las esencias,

el aire humilde lo contemplo desde mi destino,

vuela llevando a mis ojos la marea azul desde sus garras.

Manantial repentino a orillas del naufragio.

La luz de la lejana estrella, sobrevive a mi tarde o fuego de ficción.

La luz musgosa, plural a la mitad de los capullos

es esbelta en la quietud invernal de los aromas.

Sin viento alguno, el atavío del espectro en mi región es uva y mar,

germen bajo la tierra cercano a mí, mística sombra en tu boca.

Mundo frente a mis ojos, vestigios del desvelo,

alas de la noche, silencio dulce que conozco en cada margen de tu risa.

Brisas, luz ultravioleta del rumor en una hora,

onda lúdica en la sonrisa, tierra un tanto aire inolvidable.

Luz en el universo leal del pensamiento,

reposo en el oleaje de  segundos, llaves en el origen de la ola,

plenitud del caudal entre las áridas ramas de las venas,

radiación a mi lado, moléculas de pétalos en plena diagonal del jardín de sueños,

espectro en la longitud del mar de nuestras vidas.

 

V

 

A plenitud la tarde poseída.

Reveladora entre conversaciones, la pena y el deseo.

La palabra me sostiene en apariencia entre las finitas yerbas,

las ramas sobre la casa emergen de otros sueños,

infinitas ondas revelan su misterio sin rechazar los minerales.

Las aguas pensativas se alejan y los pájaros reposan entre las transparencias

que espejean el azul extenso entre las manos.

La galaxia como esfinge es idéntica a la luz inmóvil,

el aire oscuro recoge el aliento del río y se desplaza en la corriente,

se mueven las ramas de los árboles con la marca de la luz furtiva,

la memoria se sacia con la quietud de mariposas.

Entre la sombra del ayer y el aroma del ahora, flota la alegría pescadora;

se desnuda el árbol y nos convence su bondad,

cierro los ojos

y la emoción viene desde las divinidades soterradas

y el silencio en alguna parte de tu piel

es la luz que otorga el beso de mis aguas.

Los árboles lucen sus últimos retoños,

hacen frente al silencio acogiendo a la palabra,

y el aire se ondula amamantando el vientre en su rodilla;

mana de la ola su curva que desuella, encarna en la bruma

y por el cielo visceral es serpiente entre la sonrisa.

Se alborota y atraviesa mi ventana más allá de mi crepúsculo,

donde se halla la llamarada de su estrella.

 

VI

Crecen las horas, las palomas exclaman su buena voluntad a solas,

vuelan al borde de un atardecer de la paciencia,

sustancia del sonido o papel acechando la mirada mercurial de un telar

que revela una contraseña al destello.

El viento bosteza en el corazón y se pierde en la fuente de la idea.

Giran las nubes y son azucenas afiladas,

puñal, ansiedad hacia los húmedos lirios del exilio.

Lo que ha de venir al alma

será la pasión de los dominios de la luz,

la que se rompe con su aroma

y piensa en los años que se guardan en la permanencia y el orgullo,

con las formas de la prudencia que alcanza el horizonte.

Se abre el ayer entre los cálidos torbellinos de los polvos

cuando la alegría justifica el aliento y su crepúsculo

y nos hunde con las rocas del mar y su auténtica humildad.

La esperanza crece y los jazmines abren en los aires,

el ojo del crepúsculo ilumina el camino de la marea y los silencios.

La tarde es un ensueño, una llama desvanecida en la inocencia,

una palabra se disuelve y llena el corazón y trae tempestades,

una sortija de la luna en el dedo, es garza en el espejo cada día a la espera de conversar.

Por el espacio dormido un rayo cósmico me llama,

figuras de un cuerpo, nubes, torbellino, aire tibio, formas del silencio.

Material de las nubes en el cielo de abril, carga positiva en los ojos de la mar,

grandes cosas en mi vida. Amor, fuerza es tu palabra,

afortunado tu lenguaje en esta época, tal vez indispensable.

 

VII

 

Qué alegría afilada en el hondo silencio,

qué paisaje,

qué labios floridos se adhieren al paisaje de mi boca.

Qué silencio de una guitarra.

Silencio que posterga el callado discurso de los rayos gamma,

luna similar a tu sonrisa.

Escribo con los sabores del pasado y me sacudo los años y los días,

dejo sobre el mantel la pulpa del recuerdo,

corteza de los acontecimientos, dulce respiración de mi existencia.

En el mar, la luna solitaria deshoja el otoño con su rayo,

tiene un punto de partida

en el pétalo labial de su palabra y transparencia de mi sed;

se extiende el silencio en la carne y en los huesos,

el frío entre las hojas;

la lluvia de partículas labiales, son ritos

que prosigue en los propios sentimientos de su propio germen.

 

VIII

 

Florece la marea en el monólogo de la simulación,

las alas de las garzas crecen con su identidad cifrada en su blancura;

aumentan y crean órbitas de ruego y centellas pensativas,

geranios de poesía a la espera del neutral espacio en su disfraz;

llevan la forma de la luz lunar

y otra vez esa luz cósmica crea una radiación de aire y fuerza de la vida

y aparecen los peldaños que cavan las arenas.

 

IX

 

Al pie de la luz,

se postula la fuerza del rocío y se impone a la intensidad

del zafiro de las venas. Agua

o radiación intensa de los astros en las manos,

ojos profundos en el poblado de las flores;

lleva un puñal de magnetismo al labio surtidor de la palabra.

Lleva el rango de energía el esplendor. Tus ojos,

la superficie del tono de la dicha,

la energía de una lágrima de nobles primaveras. Burbuja en los cabellos,

tempestades de un fantasma, desmesura del crepúsculo en su contento,

frutos, fuego, espíritu de luz, pasajes de lágrimas celestes.

Cerrar los ojos encima de todos los abismos,

sustancia de la voz deliberadamente tierna.

Reposo de los días sobre un follaje de pensamiento y retrocede,

estimulación de las palabras para los trasplantes de colores,

noble brizna de las yedras, follajes de los árboles en los discursos anhelados.

Pienso en la artesanía que atraviesa la selva con una reflexión,

tus brazos cada vez se abren a la espuma,

astilla en las congregaciones de la sombra,

ventanas con las imágenes de una delicia de la luz en tu cintura.

Te enciendes con la voluntad de mis ojos murmurando,

existencia en el pensamiento que pronuncia un discurso, aliento de la arena,

ventura del mar en mi corazón, belleza de las constelaciones

quien golpea esta soledad inalterable.

 

 

RAÍZ DE LA PALABRA

 

I

 

Palabras en la página a través de la distancia

y la fisura en el secreto del calor del alto sol,

brazos y cintura hacia la visibilidad dorada de la pura desnudez

que moja la corriente de los días,

reposo dulce de la radiación de la yerba entre la sed de la garganta.

La atmósfera abre sus brazos al verano de los confinamientos

y lanza al viento el consuelo de sus ansias, el discurso del espíritu

moja las gotas del tiempo entre la sed de los anhelos.

La nube nos separa del espacio y de los sueños con un color apacible y tenso.

Las palabras en una partícula de sal, llevan las virtudes

de la frescura y su forma

que admiten las estrellas desde mi existencia.

Me llevo el aroma profundo del verano en la noche del aroma de tu pelo,

pensando durante el día, me importa el aire de la bella sombra,

la cantidad de partículas soñolientas de la luz se vuelven pesadas durante la jornada.

Inclinado en esa profundidad de la mirada, busco el paso silencioso que nos amarra,

el fuego atmosférico roba algunos pensamientos,

vapor del tiempo entre las cosas embelesadas como una expresión fértil,

sueño del deseo en la escritura,

densidad del alma, naturaleza del subsuelo en la memoria,

raíz al borde del cáliz en sus llamas, alas del espíritu en el mundo,

recuerdo del sonido tras la clara voluntad de vegetales.

 

II

 

Tan sólo ese momento de la imagen trivial orienta la identidad

al sembrarse la mirada en ese lugar del horizonte,

se fija en mi sollozo una reflexión de escamas

y se escapa o se aleja el suspiro entre lo impalpable.

Tan sólo ese suspiro que cae al borde de mi mano,

es misterio o desconcierto del río pensativo,

forma del acento y del aroma intacto de los labios,

travesía del abanico en sus olas, cabellera en las aguas blandas

y del mundo en medio de su alma como la ola que crece entre las formas.

Era el tiempo de una ola de humo entre el monte sin ser correspondido,

en la mirada, una concavidad como la ley de las potencias enlazadas con el sol,

creaban un recuerdo como un racimo entre el naufragio.

Y comencé a observar las pequeñas líneas transformadas en el horizonte.

La flor como si del subsuelo brotara con los incendios rojos,

nos aguarda exhausta y rezuma a través de sus pétalos en la ventana.

Los pájaros se esfuman en medio de la noche, fijan la mirada hacia el aroma de la fruta.

Sobre el valle, la memoria es alegría en los sentidos,

la búsqueda de la propia energía es como el aroma del monte, alienta la libertad

al querer sostener el suspiro engendrado en la harina de la sal,

el mismo acento del desmayo de la rosa.

Mi mano entre la almohada del coro, es placer de tus raíces,

el estoicismo sale de la luz de tus ojos, los corazones tienen el perfume del infinito,

las artes vivas de las olas nos esperan en el mar,

las calles vacías nos aguardan entre las cosas, refutan el confinamiento

y yo sigo aquí con la actitud lúcida y la sed de la liberación de los fantasmas.

 

III

 

Camino con la mirada hacia la puerta de los años,

luz y flor en el ascenso,

sueños recién germinados en la inocencia;

llevo en mis oídos el rumor callado de la roca,

la sed del canto de los pájaros engrandece la tarde

y los recuerdos se esparcen entre matorrales.

Por otra parte, el calor es agua entre los brazos,

la reconciliación de mi olfato salta de su lecho y se sitúa en la voluntad del musgo.

Los afiches de la vida tienen los ojos abiertos hacia las ansias de la luz.

Las cualidades excepcionales de las estrellas

ruedan en el lugar preciso de los horizontes al despertarse sorprendidas.

Hay necesidad de caminar y pasear entre la hojarasca

de soledad y estrella,

la montaña que se abre a la huella de los brazos se enciende y se alza,

veo por todas partes la pasión de todas las vidas,

se trata de abrirse a la realidad, a lo que nos asigna una memoria, una ficción;

amor preciso y extendido en las alturas.

Naturaleza del tiempo.

Jerarquías de las formas del fuego y la ternura.

Árboles, retablo del jardín hacia la mar, paralelo a nuestro tiempo.

 

IV

 

Disco galáctico en la gota tenaz del ojo que en ti crecía,

fuego del movimiento expansivo con su color de mar.

En el agua la yedra de lo nuestro se derrama y mi voz penetra corazones.

Descubro las gotas de la pureza infinita de las margaritas

en las incandescentes copas del sol que nos rodean

y en las cestas de las flores, el viento dibuja el fuego de los labios

en el invierno dulce en que subsisto.

Entre la nube azul enredaderas de nuestro nombre,

voluntad de la grandeza del pan y de la tierra al paso tal vez de nuestra piel,

en el lugar del cieno, la túnica del viento sin remisión del gesto de colores,

la hierba deja la rama de su sexo,

la sombra extendida del árbol deja en los labios la palabra con su tinta.

Como la sombra del bosque indócil, hoy es sombrío resplandor de aquella hora,

danza en la memoria de las aguas que nos dan sentido,

ella es la claridad del sol con el sueño deshojado en los jardines,

memoria que rezumba entre la raíz de la puerta del solsticio.

Sobre el círculo de la claridad cuadrante del sentido y del deseo,

los días están entre la deriva de los muros de la sal.

Cada nube en el insomnio que pasa se enciende el viento,

el aliento entre los espacios es sensibilidad en los almendros.

Sílabas de arena en mi garganta se pronuncian en voz baja y son fruto o estrella.

Luz del torbellino que derrama la frescura de su aroma.

 

APUNTES DEL POETA

 

I

 

Noches del mar deshojadas entre las ropas de las elocuencias,

en medio del silencio

como un durazno en el lugar de los recuerdos, queremos gritar

entre la luz envuelta por las aguas como un rodeo de otro silencio,

flor callada en el crecimiento de mis labios sobre el sonido de las uvas.

Las sílabas en mil pedazos se convierten en la bondad de un sendero entre las noches,

retablo del alma sin rendijas de tu aroma, materia del beso entre los labios,

pequeña luz en el secreto, flor de los ocasos.

La palabra vibra bajo el equilibrio térmico de tu espléndido brillar,

ahí con olor en las noches de tu rostro,

nubes hacia los cielos florecidos.

Interacciones fuertes con las altísimas partículas de un amor neutrino,

la mañana erguida entinta la hora como el centro del romance en el amanecer.

Y una luz fluorescente

es una mariposa en el espejo con del tiempo

que invade las noches en los muslos extendidos,

sin embargo, en el jardín, una flor describe las cualidades de su polen,

que invoco la frescura azarosa con la sortija imaginaria de la luna.

 

II

 

La transparencia se adelgaza en los ojos tranquilos,

el viento enmudece y crece la esperanza.

Me alejo de los lirios y me acerco

a las hojas del pensamiento,

el pecho como un manantial en el azul sin límite

que refleja la sonrisa en el camino de los labios.

Las especies exóticas entre las palabras son senderos;

llevan el mismo rostro disuelto

en los mismos hilos del agua marina donde la sed crece desde la cintura.

Armonías de la palabra y de los gestos de la húmeda tinta del amor,

se escriben los poemas con la escritura de una noble simetría de los sueños.

Las hojas nos arrastran con tus brazos y llueven las cadencias encendidas por dentro

de la frente y nos amanece como relámpagos de peces.

 

III

 

Y es la noche en las llanuras, el sustento centelleante bajo la luna es dulce.

Es la luz visible en los cantiles hecha canto y voz y música.

En el comienzo de la noche vienen las ilusiones románticas,

los gritos y el murmullo sonámbulo,

el poema hecho luz se sacude como un relámpago

y el cielo ebrio sobre el beso prolongado forma una corriente clara.

El cuerpo que nos unge en sus sonidos construye la moral en la soledad ardiente.

 

IV

 

La hoja hecha escritura recupera de la nada la palabra afortunada,

el horizonte es luz sobre la almohada, dulce sueño y frenesí.

Pienso en voz baja con el vértigo de la nube errante en sus aullidos,

las arenas padecen la ausencia de las olas divididas en las manos,

el espíritu se lava entre las piedras con la energía de la tempestad de la mirada;

recorre el agua en el viejo pensamiento.

Y esas sombras de mi alma bajo el sol se disgregan sobre la piedra vegetal.

Enlazan mis raíces de humo en tu pecho, descansan golpeando el recuerdo.

Al fluir su nombre se juntan las voces en el agua.

Corro tras la sombra con un montón de amarillentos frutos.

Una gota verde entinta la palabra en el cuaderno, hay razones para pensar en ti.

La reflexión sosegada de las aguas, es fruto vertiginoso, bosque de lúcidos reflejos.

Aquella palabra escrita es línea de tu nombre, jeroglífico vegetal oscuro

que se bebe con los brazos de su esplendor pegado en una piedra.

Escucho tu voz, tu risa estancada en la laguna de mis ojos,

repito las frases a solas bajo una enramada de vértigo y ceniza,

despliego un dulce reflejo en el llano de tu mano desde los instantes de mi sombra.

Una palabra galopa con su murmullo y me inclino frente al mar de tus palabras,

me envuelvo con tu inmensa falda mirándome en tu mar.

 

V

 

La niebla extiende su alfabeto y recorre el ocaso espeso de otro silencio silvestre.

Niebla en el bosque, pegada a los árboles contra la sombra aguda de la espalda.

He llegado a las apariencias de la luz del sol, suenan las nubes en el centro del cielo.

Recuerdo bien la alianza del bosque con el aire, la tierra, el cielo en la frente.

La lluvia derrama la ternura soñolienta, las hojas secas se despiertan con ella.

Un aire suave se despierta y se afianza la voz con el aroma.

Cae el sol sobre los árboles, el suelo lo recibe con su primitiva esperanza de peces.

Son los ojos sobre el fruto que pende de la roca y del tiempo

y la sombra queda sellada en la radiación que traen las flores de líquidos reflejos.

Lo que estalla es la sal solar sobre las hojas verdes de tu fuego intacto,

las ramas se apresuran con el movimiento del vino vegetal de tu mirada.

La nostalgia de la luz crea el manantial sobre la mancha verdecida,

intacta y fugaz de tus pupilas.

El amor crece con la yedra de los ojos y los festines de las palabras sensatas

olfatean la sensible tempestad que te recorre.

 

VI

 

El optimismo sacia el apetito antes de asfixiarse y,

son las gotas de esa mirada que abundan con su intensa emoción de rama verde.

Cada gota de luz acude con alegría a nuestros corazones.

Oh lluvia que predica la esperanza,

se necesitan las palabras oportunas que me hacen mar,

cuando sobre las manos limpias de las rosas llegan a mi pecho

con el consuelo de las voces.

Mi voz lleva una nube callada, lleva la cautela de los sueños,

nuestra voluntad es júbilo del mar;

crece la suma de los instantes con la luz centrina

y me gusta tu densa mirada entre los espejos.

Oh lluvia, moja más allá de nuestras fuerzas,

empuña las palabras

y en el entorno a nuestros corazones es un segundo cálido,

libera el aroma bendito,

el alma, el paisaje esbelto como las llamas de la mar de nuestra sed.

 

ENTRE EL MAR DE DÍA Y LA ESPUMA EQUILIBRADA

 

llego para buscar el viento entre tus raíces creadas por tus labios

y que sea la virtud el reflujo de sus formas,

el gran placer de la tierna voluntad del río,

la esperanza ultraterrena de la noche.

Bajo la blanca sombra vibra la dulce vivencia de tu cabellera,

mi deseo lanzado al ocaso

se dirige a la multitud de los follajes del anhelo

y llevan la forma de la lluvia en tus sueños

que al parecer, el corazón crea el júbilo a la hora de la espiga.

Ven, cae al sutil anuncio de mis brazos y no me olvides,

quémame con el rayo que las hojas le dan

al tiempo y al deseo de sí mismo;

vuelve a las entrañas de este corazón,

moja los labios con la espuma de los peces;

quédate en la hoja luminosa del suelo tapizado del torrente.

Ven y cae a los suspiros y entonces

Vuela al lado de mi necedad entre las hojas.

 

LO QUE RECOBRO DE TI

 

es la luz que a través de la lluvia recorre mi brazo,

esa espiga renaciendo en la espalda del jardín,

el momento a cada paso silencioso,

los minutos del sueño en los pensamientos

que son sol y bruma en el contacto de mis sombras

porque en la ficción imaginaria son ráfagas y fosforescencias

de horas y clamores al reconocer el aroma de las aguas.

Esa tarde suspendida en el cabello

seduce la sonrisa en el tiempo,

exalta la quietud celestial de las gotas

y a su paso

son espesas manchas en la hoja de nuestro amor.

 

UNA LÍNEA DEL OTOÑO CREA EL SENTIDO DE LA NUBE,

una gota transversal

invade el camino furtivo del renglón

y las palabras suspiran la medida y el valor de mis suspiros

por encima de toda mirada vegetal.

Esto es lo que deseo por encima de la voluntad marina,

las hondas formas del amor

mostrando el rostro y la voluntad de su belleza.

 

LA MIRADA EXPERIMENTA EL VUELO

de las virtudes suspendidas en el viento,

tu voz en el alba es futuro lujurioso que revolotea en la ola

visible de la tierra y es monte que nace en el verano del amor.

La mirada que hace que las cosas giren

en torno a las garzas solemnes

a lo que el alma ágil

anuncia mirando el valle de la luna.

La mirada que rodea el mar sacude las hojas del árbol,

es la mirada contagiada de tu amor,

la esperanza elevada por el fuego germinado del rocío.

 

AHÍ DONDE SOPLA EL VIENTO

 

hay secretos en el interior del corazón.

Hay horas en que se disfruta de otros colores del crepúsculo,

el horizonte libertino,

el placer ligado al hombre convence así mismo al mar encadenado al corazón.

La voz, la vida, las palabras nos conmueven,

quiero decir de este modo

que los sentidos giran en torno a ti, ligados al revelar

el propio rostro reflejado

en cada tarde de tus ojos.

Quiero tu rostro reflejado en la irritación de los colores,

la razón de dominar el crepúsculo sin lágrimas.

Las fuentes del horizonte

son el anhelo de los mismos ojos firmes,

las palabras hacia la razón de estar más cerca de tu corazón,

tu piel oscura y clara que conocí

después de la caída de la claridad y el viento.

Tengo que hablar de mis pasos que me llevaron hacia ella,

mis pasos en cuya huella

se suscitó la tarde de los besos, la fuente añeja de tus brazos,

la viña fuerte por encima de un rosal turquesa.

Tengo que hablar del deseo inagotable más allá de tus ojos,

del exceso de bondad del cielo,

de la voz terrestre extendida a plenitud,

de la sed resonante de todo amor.

Sucedió entonces algo

que las palabras nos hicieron hablar

sobre los caminos por donde mis ojos recorrieron

la cuerda tendida del abrazo,

también del amor,

la poesía escrita en los resplandores esparcidos por el viento.

Silencio escarpado, amo el mar y lo que eres tú,

amo el centro visible y el éxtasis de la ola con su felicidad risueña,

fuego al sentir las ansias en torno a mí

cuando tus brazos me lanzan desde lejos sus destellos;

atisbo el sentir del azul que oprime pensativo.

Cae la tarde, entre tanto,

el espacio sin mareas se observa sumido en la sigilosa soledad,

el paso del agua sobre la arena sin gente

es una orilla sobre mis ojos que nos apacigua;

después la noche en círculo abstraída en el pensamiento

y sin pensar en el paso de las horas

escuche el cantar del viento frío.

QUIERO PENSAR en el sentido de la existencia,

este espacio sin gente, alada por la ola,

el espacio sin gente tiene sentido para el agua.

Dicho de otra manera, la marea solitaria reconforta el alma,

apacigua la noche,

el poder del verano es fuente del espíritu y la luz de tus cabellos

entre mis manos es cápsula de sueño.

Pienso en el poder de la montaña, admiro la virtud del silencio,

la virtuosa nube,

el sueño que admite tu olor, tus manos encendidas en la arena.

Mira pues el aire, aprieta el alma que busca tu boca,

el árbol frondoso de las erupciones, las palabras extraviadas,

el mar,

la parábola de toda claridad encerrada en el corazón.

Mira el mar, la virtud perseguida por la risa,

la medianoche acurruca mi soledad,

tu piel, los dones de la vida, tu voz sin llanto.

Un silencio entrecortado se bebe

mientras la luz preserva el sentido de la vida.

La luz de la luna penetra por mundos remotos,

el corazón,

así inmerso en una claridad del tiempo de tus manos.

Proclamo en solitario el susurro que tu voz me da en el oído,

trae pensamientos que me faltan,

tu voz es la fuerza de mi vida,

lo que me falta es tener tu voz continua en el camino.

Todas las fuerzas del agua, admito el mordisqueo de la isla,

hallo en ti la piel nocturna,

el latir profundo del deseo, el agua del mar entre los arrecifes

de los propios pies

 

SILENCIO

Después descendí al dolor del agua,

toqué su desnudez,

abrí los brazos y la sombra de su tacto

recorrió mis venas y emprendió largos viajes en silencio.

Los enigmas de la luz enamoran esa lluvia crepuscular de octubre,

de cuando las fuentes profundas del abismo se abrieron al corazón,

el silencio es así, tiempo luminoso en la alta flor

gira en ese instante la memoria desde el mar.

Canta, oh tarde revelada en la sal de mi alma,

nubes que me inspiran esa luz bajo mi cuerpo;

horizonte en medio de la senda, brillo en la inmensa distancia,

pasa oh nube de los dedos, en un espacio de la piel.

Agua en la inocencia de esta libertad, serenidad en este mar;

avidez en ese instante de pelícanos y la ecuación sobre los frutos.

El alma se suspende en un fragmento de la sombra,

luz sobre la flor que en ti la esperanza es un secreto del almendro.

Látigo del viento encendido en mi interior

en la que mis ojos puedo imaginar la semilla que eres tú,

verde enigma donde viene el fuego de tu espiga.

 

LUZ

 

Mira, he aquí la luz

con una ilusión invernal de los colores astrológicos.

Quizá sin las alas del pájaro,

podría mirarte con la mirada profunda de la unidad de muchos colores,

flor al pie de la nobleza,

paso de las nubes entre sí

por las venas extraviadas de los gestos de la ola.

Refresca el viento el mundo, el aliento impetuoso,

la voluptuosidad dulce de las cosas.

Perderse y vagar en el dibujo abismal del pensamiento

y en las estrofas del mar,

olas aromáticas

tendidas con las lágrimas de tantos días,

puentes ilusorios en el resto de los tulipanes

orfandades de los ríos con excepción de las desperezas

y las piedras entre el agua nos observan formes.

Yo sé de los abismos, del amor con tus ojos,

pero tus ojos sonrientes llevan el deseo inagotable de esa tempestad,

el futuro del sol y de la noche como tantas cosas.

 

BUSCO A PLENITUD TU SONRISA

 

El sol y la noche embanderando las manos,

busco a plenitud tu sonrisa sin exceso de bondad,

no llores sin un llanto entrecerrado,

para que las lágrimas fluyan dentro de mí.

Ese anhelo de mirarte a los ojos sin medida,

lleva los cánticos hacia el corazón,

la mirada inquieta, sonriente junto a mí mismo.

El pensamiento inquisitivo, la astucia de buscarte con mi corazón.

Esparce el viento las palabras,

el día y la luz suspendida en el sorbo resoplado.

Extiendo la tranquilidad del retorno del jazmín y sus destellos,

en verdad, es un estandarte,

mi mano derrama un perfume que liga por encima de las flores.

 

DESDE LA TRANSPARENCIA DE LA VIDA

 

Hemos hecho de la lucidez

la serenidad sacudida entre las manos y el corazón.

Estamos entre un abrazo donde resuena la voz,

las espadas del corazón

se entrecruzan ante los puntiagudos gritos de la nube.

Desde ahí la transparencia de la vida,

entendiendo que la fragancia del mar reclama los azahares.

Tarde del momento, adentro del bosque,

impacientándose por las piernas de las nubes,

el mar ante los ojos, tus manos y tu boca.

Todo se teje con el buen gusto,

la forma similar

de la estrella, las manos para escribir las palabras.

Desde mi transparencia, mis dedos incendian la vida hecha libre,

mis sentidos ardientes,

el deseo de mi huerto en tus rodillas, se desprenden como el agua.

 

UN RAYO DE SOL

 

Escribo para entintar el alma,

trato de refugiarme a tu lado, soy un hombre

que busca en ti el amor,

la constelación que alimenta el aliento.

Siento el secreto al borde de tus labios,

la línea que me llama

sin excepción de las imágenes

que rompen alguna vez la almohada

y el tiempo es aire entre las manos.

Tú y yo tras las altas montañas,

aumenta la felicidad

y ahora

un rayo de sol en el cielo

hace que brillen las palabras, mi ternura duplicada

en medio de tus aguas.

 

Y el agua que aparece con el buen humor

lleva la sensatez

con las costumbres que predica el río.

De todas las palabras acumuladas

resulta que la que más se puede leer

es la que muestra la voluntad

y alimenta el fruto que me sigue.

Y a veces de tanto escribir la palabra amor,

crece dentro de nosotros el universo,

las líneas se trazan con rapidez

al deliberar el rocío en la clara ternura,

miradas de sol frente a la mansedumbre de los bosques.

En torno a ti, la seducción del aire,

la libertad sublime,

el pensamiento luminoso,

nubes errantes, enigmas sobre una ola,

dones de tu beso, relámpago y fuego...

 

EN MÍ EL OCÉANO

 

Dibujo la piel del pez con la mirada humedecida,

la dibujo con el profundo roce de la lluvia,

en esta noche dibujo la idea con sus colores sumergidos,

el vacío del suspenso

como la llama en la espuma de mar,

la sombra de la brasa en su cadencia

es el horizonte lejos de una mano

y la actitud serena se derrama en el océano de su húmedo dominio.

Como un panal estructurado en el alud,

las mismas abejas

gimen despacio en el aire a la hora de llevarte.

Del círculo al hexágono,

cielos azulados, circunferencia del cuerpo de la abeja,

mosaico geométrico,

flecha de la aflicción, agua resbalando en la frente

para alcanzar los signos escritos en tus pies.

Ornamento de las piedras entre el círculo geométrico,

piel, superficie del vientre de la sombra;

nubes, ráfagas del viento en las teselas cónicas equidistantes.

Una solemnidad en el perímetro del espacio,

motivos figurativos del mosaico de la ola por mi pecho,

superficie ondulante en la memoria al besar el mar.

 

TRES POEMAS

 

1

 

Un poema desahoga la esencia de mis labios sobre tu boca,

le digo sí al paso de la fuente ligera del azul en mis rodillas.

Otra vez soy la llama sin tregua entre los ojos dispuestos a la sal,

otra vez tus manos y mis manos en la estrofa de la noche.

Sin pensarlo pasas a hurtadillas y sin que lo percibas,

mi voz a oscuras

lleva un racimo de efluvios amarillos

y, otra vez el párpado del mar,

la ebria hoja de la noche sobre el cuerpo,

es el principio de los nervios que mi ser jadea en tu sueño.

El beso, estremece la piel, todas las raíces de mi sed.

Encima de los sueños, la luna primordial tiembla y reposa,

lentamente mi amor es cobre en tu risa.

Pasa la ola y bebo de tu seno aquella mirada que allí puse

y me ha dado otro párpado

que abre la pasión al viento.

 

2

Ahora bien, mientras la vida pasa,

el beso nos libera el sentimiento, nos libera el fuerte abrazo,

mi pupila es luz en el vacío y deslumbra en tus labios el lenguaje.

Mis manos teñidas con el volar de las estrellas,

garabatean adentro de tu luz

y se disuelve en el beso que trago como los segundos.

Mi rostro lleva tu beso de fuerza y equidad,

la voluntad metafísica

se enreda en tus cabellos

y en nuestros sueños corren racimos del mundo.

3

Tus manos crecen

con la jerarquía de los menesteres de la sed y el viento,

moldean el barro y las raíces

y se juntan mis labios en la noche.

Acecho la claridad

hundiéndose en el azul de tu cintura,

sentir la luz oculta de tus ojos,

es probar del aroma sustancial

sin excavar la fuente abierta del rocío,

guardarme en ti, florecer con tus pétalos,

sacudir mi sueño entre el monte secreto y el río del amor.