El viento canta
poemas de la aldea
y de pastores.
Hay en sus letras
recuerdos y nostalgia
de primaveras.
También de inviernos,
veranos y sequías
y algún otoño.
Yo escucho al viento,
me duermo entre sus brazos
arrulladores.
Voy en su brisa
por campos y montañas
hasta la mar.
Allí, el salitre
despierta mis sentidos
con el nordeste.
Se calma el viento,
descansa entre la arena
y las resacas.
Ellas le dictan
la música sin nombre
de las mareas.
De esta manera
el viento, con la brisa,
forman un dúo.
Rafael Sánchez Ortega ©
26/01/21
Estoy seguro de que el viento y la brisa han venido, a nuestro lado, infinidad de veces, con esa canción invisible que nos hace estremecer y nos lleva a sitios y momentos inolvidables. Así podemos sentir su arrullo en el campo, en la playa, en el mar y en la montaña, y notar el candor de su abrazo y la caricia de su voz en nuestros oídos.