Aturdido por la lucha, registro
huecos clausurados con desgana,
supuestas convicciones y el dolor,
esquivo, de una traición.
Arrastro íntimos cadáveres entre los ojos
pesadas telarañas de largo alcance
en el intransitable espejo de la noche.
Naufragué en silencio riguroso,
rechacé himnos de magna envergadura,
cuerpos sostenidos en el límite, preciso,
de su aterradora caída.
Con la vida al cuello,
descarto fingidas razones,
velos de seda en la mirada
y el burdo sabor de la derrota.
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