Me despertaron los versos
que abreviaron tu nombre
para no invocar tu indiferencia.
Descubro dolores debajo del consuelo
que se queda corto,
que nunca va a cubrirte la cara.
Deshabitamos la casa y te llevaste la puerta:
yo me quedé con los cimientos.
Faltan 13 para las 9
y sé que no vas a hacer algo distinto,
sé que voy a llorarle al cadáver de tu reserva.
El poema se escribe solo con la mano menos hábil
mientras tacho los qué hubiera.
Hasta hoy, no sabía que convivía con tantos versos,
no sé de dónde salen.
Se regodean los eruditos,
no tienen idea de lo que es amar más allá del alma, del tiempo y del espacio.
Me comen las ganas de encontrarte,
de impactarte,
de pedirte otra vida,
de contarte que mi cabeza dura
quedó destruida contra la pared,
que quiero ser rama de septiembre entre tus dedos,
que bauticé a la poesía con tu nombre y apellido,
que disculpes a mi amor por tropezarse tanto.
La angustia fresca trepa por el corazón que amordacé
para darle la razón al mundo,
ese terrenal que nunca conocerá
el sabor de inmortalidad
que tiene tu boca.