El silencio visual divisa el oleaje y lo celebra,
mi voz como una profecía en el verano;
la convierte en energía y abre el lento vértice del río,
la luz y la luna desplegada lo recuerda.
El escrito nos recrea el verdecido universo y nos despierta.
El relámpago amarillo en nuestras noches
se verte en su revuelo como la flor entre las manos.