El granito se ha gastado por pisadas de herraduras
de caballos y mulares y por los tiempos helados
impiadosos en sus ansias. Siempre el silencio fue amigo
del sendero al que le canto y lo fueron las estrellas
y el sol bajando del cenit.
Grabadas en pergaminos, son pinturas que perduran
con sonidos de las flautas que desprenden los follajes
y el viento que en dentelladas va dejando sus recuerdos
al lado de ese sendero gastado por herraduras.
Yo lo he hollado cien veces, pero con paso liviano
no he alterado las marcas que las centurias cuidaron
con el celo de la luna y los lavados de lluvias.
El sendero cruza el cerro desde el norte hacia el sur
o desde el sur hacia el norte, según sean los destinos,
siempre faldeando muy suave, con algunos escalones
que hacen fácil la trepada o descansado el regreso.
Mi sendero de herradura… te seguiría yo andando
en plenitud de vida…