Susurramos un te amo como si fuera un pecado, aunque morimos por gritarlo
Rozar nuestras rodillas o tomarte de la mano bajo la mesa se ha vuelto nuestro más fiel acto de rebeldía.
Miradas que gritan en silencio la verdad y aunque nuestras bocas parezcan calderas rebosantes de mentiras,
el amarte con ella me quita la culpa.
Somos como esos amores que emergen en la oscuridad de la noche y se desconocen en la mañana,
con la diferencia que cuando amanece te reconozco cada vez más mía.