Y se entrecruzaron nuestras miradas...
y con mi vista te envié las estrellas
que estaban solas en el firmamento,
las sonrisas que andan sueltas
y algunos esquivos besos.
Me miraste sin perder la mirada.
Te miré golosamente...
Te envié los mejores mensajes, puros y frívolos.
Me respondiste con tu dulce vista,
con tus ojos almendrados
que reflejaban pureza y verdor,
jamás traspasados,
y que esta vez fueron vulnerables a los míos.
Te hablé con la vista.
Te conquisté.
Me miraste, así como lo deseaba.
Las mejores metáforas,
el mejor lenguaje
nació en aquel irrepetible momento.
Luego... los gestos, enseguida... el romance,
después... el amor perfecto.