En un mundo en blanco y negro,
él era el único ruiseñor revoloteando en mi helecho.
Era todas las estaciones juntas.
Con ojos cansados de nostalgia
y una desgastada voz soñolienta,
compraba sueños en la ciudad de las mentiras:
Aquel lugar donde van las personas de corazón roto.
Y con una efímera sonrisa
y un beso a labios abiertos,
se convirtió en el ave más vibrante
de mi jardín de escalas grises.