Ya se reunieron,
en comité vespertino,
tanto tíos como nietos,
de aquellos jurados antiguos,
que aún hoy hacen las veces
de tribunales paralelos.
Dictaminando que
a la rosa le sobra la flor,
que a las nubes, el color,
que al noctámbulo, su licor,
y al asesino, su pistola.
Yo ni entro ni salgo
de esta idílica cuestión,
que luego me vienen con galgos
y me quitan la pensión.
Es más, me parapeto tras
mi escudo de invisibilidad,
cual quijote con barbas y desidia
por igual.
Y si me sale a lo Sabina el Grande,
este breve poema, que a nadie le extrañe;
los pétalos de las rosas llevan su color-.
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