¡GANAS!
¡Ganas tengo, mujer, de que conviertas
este erial desolado en sembradío,
porque el caudal de nuevo llene el río
donde hoy sólo reposan piedras yertas!
¡Las heridas aún siguen abiertas!
y la llegada del ardiente estío
se ceba en un terreno que, baldío,
¡mantiene las espaldas descubiertas!
¡Aplacarás su sed si, rebosante,
vuelcas en él tu fresca lozanía!;
y así, el cauce reseco y añorante
podrá recuperar, siquiera un día,
esa gloria pasada que, aun distante,
¡vendrá a aliviarle de su agraz sequía!