Sé que soy inútil, que mi fuerza es bruta, que mis gustos son atípicos, que mi vista es corta, que mi voz es alta y que mis palabras no sirven.
Pasan muchas cosas por mi sistema psíquico antes de emitir un sonido, pero cuando la voz levanta su poder mi alma rompe en mil pedazos.
Mis ideas van más allá de lo real, mis palabras más allá de lo que pienso.
No puedo con esa imagen mía que no podré lograr, no puedo con ese yo ideal que me limito a ser y que mi ideal del yo no me permite realizar.
Simbolizo un espejo mio difuminado de lo que soy, el otro me mira con lástima. El otro no me cree, el otro no soy yo.
El otro y el otro yo no confían en mi, dudan de mi dialecto y de mi intelecto.
Mi gran error: dejar que mi mecanismo de defensa sea manejado por mi ansiedad, considerar siquiera las opciones que me da mi depresión, estar andando por la vida en la fiel compañía de mi angustia. Dejar que mi impulsividad me mantenga a flote.
¿Mi análisis de hoy? Soy una enferma abandonada.