Si en todas las ciudades de este mundo
sólo habitaran árboles
y peces
y de repente un niño sin bajar de sus ojos aprendiera
a cultivar rosales
y a sembrar
nubes de enredaderas en sus muros,
qué falta harían nidos en los aleros o geólogos
bautizando las piedras,
a qué lado de Dios escribiríamos los nombres de las cosas
y en qué invierno
la luz sería capaz de improvisarse
y volverse a inventar en cada copo de nieve.
Y mucho más,
si todas las personas de este mundo
fuesen tan estupendas como tú
¿qué sería
de nosotros los peces y en qué lagos
crecerían los árboles?