Aquella noche de luna
titilaban las estrellas
de manera muy serena
sembrándome algunas dudas.
¿Podría acaso ser Dios
alguno de esos luceros?
¿Y si bajo los aleros
el demonio se escondió?
Acelerando mi paso
seguí por la calle oscura
que llenándose de bruma
me hizo pensar en espantos.
Sudando la gota fría
y con el alma en un hilo,
nerviosa seguí el camino
que a casa me llevaría.
El silencio insoportable
retumbaba en mis oídos,
cuando entonces un gran ruido
vino del manto brillante.
Se trataba de un gran trueno
anunciando la tormenta
que venía con mucha fuerza,
poniéndome en un aprieto.
Mas esto no era tan malo
pues una buena mojada
en nada se comparaba
con la aparición del diablo.
Anna Gutiérrez