Ella nos quiere,
ella nos cuida,
infieles y pecadores la entristecen.
No somos dignos de que nos visite,
sin embargo, constantemente viene a interceder,
con su presencia, por nosotros.
No todos creen en ella, y no los juzgo;
sus almas llorarán al morir,
pero ahí estará ella para secar sus lágrimas,
como una luz suave y amorosa.
Ella es tan real,
que sin tocarla mi alma puede abrazarla,
al hablarle puede ella escucharme,
sin mirarla puedo sentirla
y disfrutar su aroma de divinas rosas.
Pavlov Agüero