Me encontraste solitaria, devanando mis más profundos pensamientos.
Tus palabras consiguieron desempolvar mi sentido del olfato y volver a disfrutar del aroma de una rosa.
Con vos aprendí a no permitir que las heridas que me dejaron las espinas de esa rosa, me impidan ver lo bella que es su flor.
Y si todo lo vivido terminó en un fracaso, hoy, así no lo siento. Sembraste en mi pecho la semilla de la esperanza.
Cuando yo creía que perdonar era difícil y olvidar era imposible, me demostraste que estaba equivocada.
Que cuando uno comienza a perdonar es cuando se libera el alma.
Que de nosotros depende ser felices en la vida, y que la vida son instantes compartidos.
A partir de allí, volví a soñar nuevamente. Por tus sabios consejos, hoy vuelvo a escribir. Sólo para mi y aquellas personas que saben lo que significa para nosotros plasmar en papel nuestros más profundos pensamientos.