No es el ocaso el final de nuestro mundo,
es la alborada de una nueva era,
el ventanal que se abre al plenilunio,
un firmamento bordado con estrellas.
Se extingue el fuego de un sol enfurecido
y llega el suave fulgor de los luceros,
los ojos vivos de aquellos que se fueron
pero nos miran allende de los tiempos.
Es el momento de abrir un nuevo libro,
de pinchar nuestro vinilo preferido,
de acariciar las manos que nos cuidan,
de meditar y cambiar nuestro destino.
Queda una noche para cerrar los ojos,
para soñar todo aquello que vivimos,
rememorar los momentos mas hermosos
y de enmendar los errores cometidos,
de retomar la mochila y el cayado
y proseguir pateando los zarzales
para buscar el calor de los abrazos,
para seguir el Camino de Santiago
que nos lleva hacia Dios sin gps,
sin peajes sin trampas, sin atajos.