Perteneces al frenesí.
A la locura misma.
Desvaneces como un espejismo
y deambulas como un alma en pena.
Te recuestas en una cama amarilla,
suplicando por emociones sinceras.
No eres nadie y eres todo;
no estás sola, estás vencida.
Tus palabras se suicidan.
Estás al límite de la resignación.
Necesitas ser amada hasta la muerte
o que no te amen ni en tus mejores mañanas.