Las palabras en el diccionario, encuentran un orden pero estan dormidas.
Liberadas por el verbo, encuentran un sentido que las revuelve y agita.
Las pone en movimiento, y dóciles siguen el sentido que les indica.
El Verbo, motor del predicado, es aliento que el mar original riza.
Y en ondas se propaga, agitando aquella mar en concentricas sonrisas.
Felices corazones oyen en ellos, aquello que el Espíritu predica.
Cae en buena tierra, esa buena simiente que el sembrador a sembrar invita.
Las palabras se ordenan y fluyen, con una fluidez prestada y que no es mia.
Esas palabras remueven, con una moción poderosa que Él inspira.
Soplando en mi el Espíritu Santo, voy predicando Verbo a verbo mi homilia.
Predico ese verbo, y el Verbo se hace carne y suena en la voz del que predica.
Orando voy hablando verbo a verbo de aquel Buen Pastor, el que a nosotros guía.
Del pasado al eterno presente, llega esta palabra que el Verbo hizo viva.
Alimentando almas con verbos que a la oración dan alas y a volar convida.