Los árboles esperan que este otoño
caiga del cielo la gota que rebasa
mi rostro azul
encerrado en un cuartucho
de escasos metros.
Esperan que la cuchilla corte el aire
deshaga el vestido de hojas,
que se instale el sepia, color a la moda,
símbolo de buen gusto
en la decadente cultura que rebaja
el rojo, el negro, el amarillo sol
al manto de la mediocridad.
La no pasión pasa
el canal tumultuoso
donde convivimos engañados
-nadie se traga el vino del otro
apenas machaca las uvas, escupe la semilla
que despreocupada siembro-
tendré plantas de esencia, descuidos
coherentes con la proliferación
de odios en la ventana.
Cuestión de paciencia si logro un retoño
de todas formas ha comenzado
la desintegración de la mejilla
en las ramas el párpado colgado
como un pájaro de mala gana
se resiste a partir.
No habrá otra emigración,
casi nunca truena en los inviernos,
la nieve rechaza la algarabía,
el carnaval incesante,
la supuración de egos.
El ala interior posada
como una escobilla
transformará la blancura.