Le style c\'est l\'homme même.
—Georges-Louis Leclerc Conde
de Buffon.
He escuchado que el mapa genómico ha recibido recientemente
un nuevo desvelo, doscientos millones de letras que abren
nuevos horizontes para perfilar la futura medicina a la carta.
Esta alusión al genoma viene a que su identidad toca poco menos
que a nuestro baúl de los recuerdos como especie, un maremagno
inconsciente que como tal yace en la catacumbas sin que atisbemos
ni de cerca su posible existencia ¿Cómo son, de qué color, son bonitos,
feos, malos, buenos?
Menos mal que todo lo inconsciente tiene su contrapeso consciente
y aflora de alguna manera a la superficie. En estos la superficie es el
fenotipo, y es este nuestra carta de presentación al exterior.
A nadie le importa si tu nariz debía ser pequeña a la luz del adn si
por los azares de la adaptación es larga y brujil, ¿Es injusticia o una
vana expresión de necesidad?
Pero todo este palabreo ¿a qué viene?, diréis con razón.
Como observáis en la cita, me acojo a una frase que el conde de Buffon
pronunció en su discurso de ingreso en la Real Academia Francesa.
Esta frase habla del estilo, el fenotipo social del hombre, la carta
de presentación de la que os hablaba, y que es lo que cuenta; es el
discurso, y ese discurso gestual es superior al discurso lógico, que queda
en un segundo plano —si probáis decir un aserto con una gesticulación
no acorde comprobaréis no solo la estupefacción del oyente sino que este
atenderá a lo que le cuentan los gestos porque las palabras pueden ser
espurias y amañadas a voluntad pero un gesto nace de la verdad.
Es tan fácil como enchufar el cable del wifi a la clavija del alma y dejarse
llevar, sin estudios ni atenciones, y lo que resulte será nuestro.