Esteban Mario Couceyro

Sin deseos que desear.

Te levantaste al amanecer

el sol audaz

te iluminaba el cuello.

 

Celoso quise retenerte

en una caricia

que recorrió lentamente

la espalda desnuda.

 

Quedaste detenida

levantando los brazos

estirando el cuello

volcando la cabeza atrás

dejando que abrace por detrás

ese cuerpo anoche amado

abordado, gozado y hecho mío

en nacimientos del universo

que fue esta vez nuestro.

 

las cabezas se mezclan

mientras mis manos escalan

las montañas albas

iluminadas por el nuevo sol.

 

Nos decimos palabras bellas

para nada nuevas

que emergen como las estrellas

de la última noche

en la que ya concluida, te amé.

 

Tus manos, toman mis cabellos

y en un giro planetario

conjugamos ese beso

el último y definitivo

de miradas abiertas

queriendo retener

esa maravilla, que poco se da

que es el amar sin historias

contadas ni por crear.

 

Solo una despedida

quizá unas lágrimas

y las manos que se deslizan

entre ellas

por ese camino que es del otro

y que queda abandonado

de lo que por no querer

solo se pudo amar

con la fugacidad

de las estrellas que dejo pasar

sin deseos que desear.