Raiza N. Jiménez E.

Frente a Frente.-

Esta boca no volverá a proferir palabras o frases

que pudieran ofender tu vida, ni ninguna otra.

No me nace agraviarte porque, con ello, sólo

insultaría mis ofrendas, ante lo que más amé.

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Antes prefiero acallar mis emociones y arrebatos.

O suplicar a mi corazón que se apodere del sosiego,

de ese que da la paz, fe, amor y calma a los egos.

Por ello, deseo para mí, los sentires de los novatos…

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Nunca mi alma ha sido nido de rencores o inquinas,

para agraviar a los bellos seres que he abrigado... 

Doy benevolente apego y afecto, pero, jamás ruinas.

Despliego mis alas amorosas a los seres amados.

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Hoy, ayer y antier, decidí que el perdón, es lo mejor.

Miro la sanidad de los dos y, por ello, te perdono.

Y, así, por haber mentido, diciendo que era amor

 y después de calibrar la falta, yo hoy, te abandono.

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Fue tanto lo que ofreciste y tan poco lo que me diste,

Dijiste qué darías tu vida entera para cuidar a mi ser.

Me perdono a mí, porque te amé y, tú me mentiste.

Ahora, yo alzo mi frente y pido lo que debo merecer.

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Sí, en algún momento tuviste para mí razones oscuras. 

Sé que fue tu opacidad ante el dolor, por lo perdido.

 Dios, me dejó contigo, pero, yo no soporto las torturas.

No sabes cuánto por ti sufrí y cuanto a Dios he pedido.

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¡Luché por amor y desamor, con celos; recelos y dudas!

Hubo fallos, no era justo, le rogué a Dios no soy perjura

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Sé que mis labios se abrieron para proferir caricias.

Te nombré, te di tu nombre, para besarte y llamarte.

Y me percate que tus palabras de amor eran ficticias.

Tuve a bien, animarte, engrandecerte y consolarte.

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¡Nunca hubo maledicencias o actos imperdonables!

¡Todas mis acciones para ti fueron intachables!

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Sin embargo, por los malos momentos, pido disculpas

y, a la vez, te concedo las mías, aunque no las solicites…

Mi conciencia me dice que los dos tuvimos la culpa.

Hoy camino ante ti, con un saludo, si me lo permites.

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He de quedar libre de omisiones si es que hubo ofensas.

Todo ello, para caminar, como siempre lo suelo hacer,

con la frente muy en alto y con una alegría inmensa.

 

Tengo muy claro que, de las tristezas, hay que florecer.

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¡Sabes que hasta hoy no tengo deudas pendientes,

Ni contigo ni con Dios, por eso, alzo alto la frente!