Hiver

Viñas en la niebla

Viñas en la niebla

 

 

Con sus hombros cansados

caminan las viñas bajo la niebla.

Pienso en Orfelina cuando veo

extenderse esta sábana santa,

del frío socavando como un porfiado minero

los últimos eslabones de sus pobres huesos.

Pero estas viñas mi Dios…

tan solas en este naufragio de cristal

sin el centeno azul de sus planetas;

Ofelias arrastradas por estos espectros de lirios.

En sus acuáticas resinas largamente se abrazan

como las madres de Siria.

Qué epitafios se esconden en estos espectros de soledad,

qué almas caminan por estas hijas de África;

no sé si es la misma niebla de antes,

o son las mismas parras las que corren estáticas

bajo su seca humedad,

o si son los mismos Cristos que vienen

a ordeñarlas en verano…

Ya se fueron los hombres que siguen allí

como vacíos dolorosos en los pampanajes de sus pechos.

Las carretas arrastran los bueyes a lo lejos       

y las temporeras estrujan sus lágrimas

secándolas frente al fogón…

pero la niebla sigue allí entre las viñas

como una sangre de cal o harina;

diosa cruel, a dónde te arrastras con tu ceguera de sal,

con tus espantapájaros de sombras,

con tus acantilados líquidos de albinas maderas.

Viñas entre la niebla me asechan en mis sueños…

como niñas de rondas abiertas en la escarcha.

 

 

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