A mí han llegado las palabras
sin mancuernas, sin pararrayos
las escribo virtualmente, de momento
iniciando un enorme movimiento
violento que las acune y las proteja.
Dios las asiste, y a mis labios
llegan sin vaticinios ni grandes alharacas.
Se nutren de lo que les van diciendo
y sufren si se las maltrata, las palabras.
Huella de los siglos, hondonada de cenizas
y cagadas. Mean donde pueden, comen
donde no estorban, y son abstractas
correligionarias de conceptos agricultores.
Siempre siembran, las palabras, se les llena
la boca si una boca encuentran, que las ate
a su destino, y a su destino las sujete.
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