Elizabeth Maldonado Manzanero

TurbaciĆ³n

Hace algún rato que con tu imagen y de tu nombre,

bendito nombre he creado un aria con la fuerza de un tiempo

y la musicalidad de la naturaleza guardada en los sentidos,

perfumada en la profundidad de mil fibras y las he inhalado,

inhale desde las raíces salitradas de mis pies hundidos

en la macerada carne del deseo, desde mis pies cansados

de deambular los caminos del apabullante silencio,

hasta la última membrana que recubre mi cabeza de anhelos.

Me he adentrado en ti manteniéndome lejos,

lejana de tu iridiscente iris, de tus brazos tibios dispuestos al abrazo

que no aciertan a arropar el sueño me he abandonado al sortilegio,

me dejó dormir el llanto, lo tiendo cual sabanas en la luna callada y fría.

No desvelo tu memoria, solo descarno mis entrañas

pariendo para tus oídos las arias que me convocas,

los poemas que me escurren y se hilvanan entre arterias

sintiendo y perviviendo el aliento que me golpea los besos

los nuevos y deshilachados besos del orgasmo

pero hoy, hoy no quiero negarlo está bien y lo que está mal

me suceden sin que me des mayor pretexto que mirar

mirar tu existencia, perfumando mis días y mis noches

¡Tan dulce la vida!  Vivo estando muerta por tu encanto

Llega hasta mis huesos el invierno sin tocar si quiera la piel

la piel nacarada de tus manos, se me arruga el amor plisado

vacilante en las dudas de seguirte amando…