Llegaste a mí con una sonrisa bien franca,
tendiendo tu mano fuerte para sacarme
del hoyo de la tristeza en que me encontraba
iluminando mis días con tu mirada.
Tu cariño fue el salvavidas que lanzaste
devolviendo a mi vida la seguridad,
tus brazos fueron el abrigo que albergaron
mi cuerpo frío abandonado en soledad.
Eres el adiós que jamás sabré decir
pues me hiciste conocer la felicidad
cuando me vi abandonada en la oscuridad
donde sin saber llegaría a conocerte.
Anna Gutiérrez