Lluvia sosa
de los ojos ciegos
o la claridad indómita
de las lágrimas
que prenden
la plata ingrávida
del deseo.
Piel boca abajo
de los que nacen en plena canícula
siendo sol predestinado del abismo,
una pulsación de rocío arrojada
a las afueras de las bocas,
como besar las raíces de la nada,
espanto de rosas ennegrecidas a dentelladas
donde el aroma a sombra
agosta la linfa concupiscente
de trasnochado sabor .