Para un guerrero es cruda y áspera la derrota,
pero muchas veces sabes que vas a perder,
los cuervos negros te lo indican, los presagios te lo señalan,
es ya algo subjetivo y personal el luchar o la retirada.
Yo de joven optaba mucho más por la primera,
ahora prefiero analizar y buscar la previsible huida,
la derrota conlleva un desgaste y peor la muerte de energía,
escasa y necesaria para la futura esencia.
No se puede ni se debe luchar en desventaja,
en desventaja de número y en minoría,
en desventaja de Justicia y de meritocracia,
a menos que entierren y ahoguen tu salida.
Las personas no apoyadas deben buscar emboscadas,
deben estudiar y estudiar todas las encrucijadas,
deben aceptar y vencer sus propias miserias,
y deben unirse y cohexionarse a las personas buenas.
Y soñar, soñar con laderas y pendientes positivas,
con montañas que nos resguarden y nos escondan y cobijen,
en atacar y sorprender cuando el ocaso te proteja,
y sorprender y legitimar el principio de la justicia.
Yo ahora se que me toca perder,
pero no besaré el suelo ni caeré de rodillas,
no daré ese gusto y alivio a mis enemigos,
volveremos a ser refugiados o proscritos.
Un guerrero se caracteriza por el equilibrio de su temperamento,
por su dominio de la palabra, del control de la ira y tendencia a la templanza,
también por cicatrices de juventud y heridas ocultas en su alma,
y por pensar, imaginar en la siguiente batalla en una ladera con al menos alguna ventaja.