Deja que se lo lleve el viento,
suavemente, que el aire húmedo
de la tarde, incida sobre ellos.
Permite que respire, que transpire,
que se deshaga en diminutos trozos
de hielo, y queden desconvocados
sus afanes, tan sombríos y meditabundos.
Deja que su olor se desvanezca más allá
de las criptas, y tu dolor disminuya.
Que el sol los alumbre como en día de lluvia.
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