Es domingo, es sábado, es cualquier día y a cualquier hora. No importa ya. La luz del crepúsculo se vislumbra a sus espaldas y la juventud inquieta camina en círculos, como inquietos sus espíritus.
El humo que brota tras los aleros de la leña seca, difumina en direcciones distintas, al clamor que brota de las gargantas que se mezclan y entremezclan alrededor del calor de una olla, un gran olla comunitaria, donde se cuecen al unísono, bajo un sol abrasador o un frío tenaz, los alimentos, el hambre, la sed de paz y libertad que agita la sangre y sacude la existencia humana, letras, versos, melodías compuestas y cantadas a capela por la juventud inconforme y enardecida
“Yo no quiero ser un falso positivo
Para dar vacaciones aun tombo malparido”
El rechinar de platos y cucharas desechables, anuncia la inminente hora del almuerzo. Manos caritativas de almas dadivosas reparten sin cesar, a todo aquel que hace parte del plantón y a quien no: sancocho, sopa y jugo. En fin, lo que haya para llenar los estómagos. No hay distinción de ninguna clase. Es una obra de infinita fraternidad y solidaridad. Nadie se queda sin comer.
No se entiende cómo siendo este acto el más noble de todos, existan almas tan turbulentas, incapaces de ver y disfrutar, la divina obra del compartir, propia de seres especiales, propia de ángeles en la tierra.
La noche cae y con ella, un manto lúgubre cubre las almas y los cuerpos. Los jóvenes se inquietan. Ansían deshacer de un tajo las crueles cadenas que atan su clamor, su creatividad, su pensamiento. Están ahí, como acorralados en ese lugar que les ha regalado el destino. Y del cual salen huyendo por la ráfaga inclemente de la tanqueta asesina. Sus pasos son seguidos por sus letras, su sangre, su sufrimiento y su clamor intenso.
“Que lo vengan a ver
Que lo vengan a ver
Este no es un gobierno
Son los paracos en el poder”
Imagen tomada de: Una fotografía_masph
Luz Marina Méndez Carrillo/11082021/ Derechos de autor reservados
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