En el tramo final de toda vida
el andar antes ágil, es más lento,
la voz sonora y alta se atenúa
el gesto vivo ve el vigor exento.
Al mirar hacia atrás surge el lamento
de las horas perdidas en esperas
en banales amores y porfías
y en espejismos de las primaveras.
El hombre viejo,se dedica quieto
sin proyectos futuros ni reproches,
a gozar del silencio de las noches,
a la buena lectura en su poltrona,
a la música amada que emociona
y al dulzor de los labios de los nietos.
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