Por las veredas le miro y nunca me niega el saludo.
Lo veo un pájaro sin aquietar sus alas, sus ojos: laberinto donde se destruyen todas las hipótesis y los pronósticos.
De sus pasos solo veo nuevos universos, gravedad, música.
Su barba es espejo de lo transitorio, un relámpago, siete colinas de centuria y sabiduría.
Lo veo rama que no se quiebra, trapecista del caos, leyenda que se escapa por la cerradura, un Dios entre los ciegos.