No veo a los niños de Venezuela alegres,
su sonrisa se ha borrado,
por un infame tirano,
que su rostro ha desgarrado.
Están en las calles vendiendo
trabajando por sustento,
Con el rostro envejecido,
parecen personas viejas,
Con el semblante abrumado,
preocupados por un diario,
que no les correspondía,
sólo estar con sus juguetes.
Cuanto queda de este tiempo,
Tan difícil de la vida,
para que todos mis niños
tengan caras de alegría.