Parco, solitario y rudo,
vaga un poeta vencido,
sueños rotos, amor crudo
y ni dios lo ha sometido.
Busca la rima magra,
esa que no empalaga,
triste, dura y amarga,
esa que hiere y que sangra.
Rehúsa todo lo mundano,
convive en el paraje alpestre,
nunca rima versos vanos
y siempre su alma albea agreste.
Su mirada fija en la nada,
ahoga a los rayos del sol,
su rostro es como una hondonada
del recuerdo de aquel amor.
Rudo, sí que es muy rudo,
así lo cinceló el destino,
pues a su amor no pudo,
retenerla en su camino.
Andrés Romo
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