Señor de los olvidados
no permitas que esos sueños se pierdan,
tan cercanos parecieron un día
pero hoy perecen ante el delirio del tiempo.
Señor de los abatidos por la vida
no permitas que los consuma la oscuridad
dales pronto una llamarada urgente
para salir del letargo y el desaliento.
No demores señor, pues hoy hace frío,
el calor no alcanza a llenar las almas
los cipreses y las sonrisas cada vez son menos
en este mundo tan inmediato
que en cualquier parpadeo
nos deja en el camino.
Mario Cid