Vuelve la niña cargada de años
a su nuevo columpio
que sigue intacto, ya nada guarda,
le siguen gustando
los atardeceres por los que fue pasando.
Y aunque ya nada espera
de la vida,
con la vida sigue jugando,
en su sitio siguen sus muñecos guapos
y la voz de madre que la llama
a voces
mientras ella va y se esconde.
Y en su cabecita de rizos celestes el cielo la peina cuando ella
se duerme,
ya no la reclaman los amigos de siempre,
porque no la empujan cuando su columpio va y se detiene,
ella es una niña arrugada y fuerte lleva a sus espaldas golpes de la gente
y algún te quiero que sólo fue un conato
de algún pretendiente.
Y cruza sus nanos mira hacia
el ocaso,
nadie la columpia de ella se olvidaron.
Ana Ocaña poeta