Es amargo el sudor, querido cuerpo,
igual que las entrañas descosidas
en que vagan rutilantes espejismos
creyendo dar sentido a lo que es tuyo.
Me dejo arrastrar a ese vórtice,
sumidero carnal, hacia el olvido
y en las cañarías donde te pierdo
creyendo, en aquello , aún es mío.
Y solo es la parte que merezco
prestada del suplicio mantenido,
sin saber porqué ni cómo ni cuando,
de todo aquello que he vivido.