jose l condori c

Historia de las huellas

La rueda engrasada tambalea a su último respiro
la historia comenzó en el hueso podrido
cuando era ebrio zigzagueante
cuando todo era unidad
y el humo transformó la nada en movimiento.


La perturbación viene del manojo de estrellas
desciende nocturno y saliva escrita
e instante incendiada golpea
el furor de las aguas mansas y salvajes.


La huella del diluvio tiene nombre propio
su apariencia son bocas aterradas por salvarse
una a una apagándose
como derrotas ante la sed
e inerme al precipicio de los acantilados
los moribundos del mal son tanto millones.


Las límpidas ruedas giran otra realidad
en otro tiempo
en otro espacio
en otro sentimiento
acrobacia embrujada pulida por las voces
que enciende un acueducto mágico
y ciegos aceptan el teatro hormiguero.


El polvo dejado por las achatadas ruedas
es el placer deshojado por las aldeas de barro
que asciende en danzas tribales
la súplica de los granos y lluvias.


La serpiente cabellera o
el difunto del ojo
dan pasos clarividentes del mal
para soplar lágrimas convictas
además dejar signos silenciosos
al final son previsiones de hogueras en tu cuerpo.


Por el retrato solitario de piedras congeladas
y espeluznantes vacío de colores
se mira la lejana apariencia
del ombligo agotado
donde los microbios ultrajan
luces del tabaco en apariencia santa.


Aurora de las profundidades
nada que no sea
el hada sublevada o el duende acomplejado
donde sombras de epitafios samuráis
encierran accidentes de por vida

 

Por tantos apuros del balde
e ilógica violencia fantasmal
en medio de la tina burbujeante
y apetecible cuadratura de carnes.


Ocultos se miran botellas desechables
en la luna microscópica
inquietos se oían silencios explosivos
y juntos recibían pergaminos nada tuyos.


Amo los entierros más puros si vigilas los caminos
y divides la emoción de los ojos a su nivel de sepultura
entonces el interés de navegar hacia ti
es como la sopa alejada del fideo en huelga.


Tan alejado tú de mí
la anchura del minuto que deseo
la simpatía de bebida que anhelo
la arboleda pantanosa y sus huellas pacíficas
que cobija mi nombre bajo tierra.


Mañana el candado abre el futuro de la vida
atada felicidad
desatada felicidad
para los hijos de los hijos
se necesita la ducha de ruda avinagrada
antes de entrar a cantar la ópera de la sílaba
y danzar en espirales la llave
hacia mis sueños.

 

Por: José L. Condori C.