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**~Novela Corta - Hazaña de Amor - Parte I~**

Ocasio ama intensamente a Luisa y por más insistente se intensifica más su amor por ella. Ocasio un joven de apenas quince años, ama verdaderamente a Luisa. Ocasio, un joven apuesto y con toda una vida bonita se siente como un náufrago perdido, cuando por creer en el amor sólo quería soñar con el amor real y ése era el amor de Luisa. Y en la espera de que ella le corresponda en amor, Ocasio no espera por un desamor. Cuando en el desenlace de ese amor se vió atormentado, herido y sin más que sin el amor de una mujer. El amor de Ocasio era siempre jovial, siendo una eterna juventud, cuando se aferra el silencio en su alma devastada por ese silente amor. Si su mundo cayó en un abismo frío, con un álgido viento en que decayó el tiempo en que las hojas de otoño caen como cayó su vida y su amor en el corazón. Si el amor de Ocasio era ella, el de Luisa y la que esconde entre sus sentimientos y su más débil corazón, si ella no le corresponde como amor y más como mujer. Y Ocasio en rumbo y en dirección sin abastecer la calma vá directo a su alma y más a amar a su corazón. Cuando, de repente, se vé el reflejo de todo un sol entre sus ojazos de color marrón, como el café que se toma por la mañana, y es que el sol le dice con sus rayos que yá vendrá el amor y del verdadero y tan real como el viento que deshoja a su árbol en hojas de otoño. Si el universo pintó a oscuro y con un helio que asfixia, si así se siente Ocasio y sin ese amor, o mejor dicho sin el amor de Luisa. Cuando en el amor le falló como tempestad que se avecina y no dejó más que el silencio dentro, sí, dentro del corazón. Y era ella, Luisa, la que en el delirio se avecinó la fuerza y la terrible desilusión, y con la cruel decepción de ese amor, llamado Luisa. Si era su verdadero y único amor, el que le dió amor en el mismo corazón, sin esperar nada, pues, nada ella sentía por ese joven muy apuesto, que pretendía sólo con su belleza impactar a ésa joven. Y esperando por el amor, sólo esperó por el tiempo, y sin más, por el ocaso en querer entregar el cruel desenlace en querer que en el alma se llevara la luz del amor. Cuando en el alma corre en ser como el mismo deseo, en querer amar y en querer enredar lo que conlleva una dulce atracción, cuando en lo cobarde de creer en el amor quedó destruido Ocasio. Y se llevó una cruel forma de sentir y de percibir el débil trance de lo imperfecto, cuando en la manera de ver la mala situación, y en saber que el destino era sustancial. Cuando, de repente, se siente como una verdad, y con un sustancial fuego dentro del corazón, como lo fue amar sin sentido, sin ilusiones, pero, con decepciones. Cuando en el alma se siente como un reflejo o como un fin desenlace que se siente como el alma, como la crueldad de un destino o de un camino y tan frívolo. Es el amor de Ocasio, el que le da un cambio drástico a la vida misma. Cuando el tormento de creer en su alma bendita o tan maldita como ese mismo amor sin ser correspondido. Como un desenlace friolero y tan álgido como la misma nieve que pasa por el invierno aquel. Cuando su tormento brilló como un rumbo sin destino y sin fuente alguna. Si en el mal porvenir se intensificó la forma de ver y de actuar, la forma más cruel de vengar un solo amor y en que la manera de creer en el mal desenlace de ver y de sentir la mala embriaguez, se atormentó y no se lamenta más, cuando en el tránsito de su camino se aferró a la manera de ver y la forma de embriagar el deseo más. Si el amor de Ocasio, era fiel, leal, y tan amoroso y honesto como el mismo amor. Si Ocasio sólo quería amar a Luisa, y entregar la conmiseración innata de ver el reflejo en el cielo azul, o como un derrumbe o como un sólo deseo, en el cual, se embriagó el tormento en las venas en esa noche fría de desconsuelo y de dolor y sin amor. Cuando en el tiempo, y más en el ocaso se abrió de un flavo color, como el mismo mal instante, en que se ofreció como el delirio frío y tan álgido como el mismo revés de su corazón, odiando y amando solo quedó Ocasio. Cuando ese amor fue como las copas que toma sabiendo que su amor no lo tendría nunca, pues, ella, no le correspondía de tal manera. Y en la forma de atraer el silencio se dió la forma más leal y más fiel, de amar bajo el imperio de sus ojazos de color marrón, como el color del café o como el color del trigo. 

Si sólo él, Ocasio quería impresionar a Luisa para que ella se enamorara de él, de Ocasio. Si en la mayor parte del trance de su vivir se vió atormentado y más que eso se vió aferrado a la manera de creer en el amor a toda costa. Cuando sólo quiso impresionar a Luisa con una sola hazaña de amor, la cual, sólo quería ver su impresión al respecto, pero, no, no pudo más que hacer creer que su impresión era tan real como el mismo imperio de sus ojos al ver tal cosa. Y Ocasio tratando de impresionar en el tiempo y el creer de automatizar la espera y por esperar en el trance de creer en el tiempo y más que eso en el mal desastre, en el mal coraje de creer en el alma. Cuando en el convite de creer en el alma a cuestas en dar lo que se siente en el alma a cuestas de la pureza de la verdad, en que se da como el sinónimo del trance acometido, de sentir el silencio autónomo por no haber impresionado a Luisa. Y sólo la impresión le quedó como un suburbio autónomo de la verdad y de la creencia en saber que su amor iba más allá del dolor, y del sufrimiento de ver el cielo de una tormenta. Y sin más que el dolor puro en el alma por no ser amado por esa mujer llamada Luisa, se dió lo que más se petrificó en su alma devastada, y fría y tanta conmiseración en que sólo el deseo triunfó como la forma más ambigüa de creer en el alma a ciegas. Cuando en el derrumbe se siente como el mismo tiempo nefasto y tan real como el mismo delirio delirante y latente en el alma, como el haber sido la forma más efímera de creer en el alma a ciegas y derrumbando el tiempo como la costumbre de creer en el alma a toda paciencia. Como en la soledad vivir, otra vez, en el desierto mágico, de creer en la mala inconveniencia de saber que el instante se da como el mismo amor que él Ocasio siente por Luisa. Y tratar de impresionar a Luisa, sólo lo llevó por el camino desértico, y por más que eso como la misma verdad en que el destino se aferró como el mismo tormento, como el mismo instante en que se atormentó en el alma herida de un amor sin amor. Y lo llevó a herir a su pobre corazón, en contra, de la cruel voluntad en que se determinó que el amor de Luisa, era para él mismo. Cuando en un instante se siente como el mismo combate de creer en el alma efímera como poder creer en el poco amor que siente Luisa por Ocasio. Cuando en el alma se debate una espera a que el destino comienza amando, otra vez, pero, no, no quiso más que amar a Luisa. Cuando en el alma, se debate una espera de soslayar en el tiempo, y en una forma más directa en saber que su amor era y para siempre del amor de Luisa, pero, ¿qué amor?, sino lo ama. Cuando en el destino se dió como el mismo tormento en que se aterró su alma por un desamor, cuando se fue por el camino sin una senda perfecta a donde llegar al amor de Luisa. Y sólo la impresión era impresionar a Luisa, sólo le da una hábil esperanza en creer en el amor a toda costa. Cuando en el suburbio de lo acontecido él, Ocasio esperó por el momento, cuando en el destino se abrió como el mismo imperio soslayando en el tiempo y más entre sus ojazos de color marrón, cuando su tiempo y su destino se aferró al mismo imperio de creer en el camino sin la luz que emana de su propio corazón. Cuando corrió por el camino desnudo de amor, de tiempo y en soledad, y quiso derribar la mala suerte de creer en el solo desastre en estar desnudo, sí, y con estar ebrio sólo le quedó desnudar su cuerpo en esa fría noche, de mala o buena suerte, de soledad y de desolación y tan ambigüa, como el mismo amor que siente por Luisa. Y pensó e imaginó cómo impresionar a Luisa, y que sintiera amor por ella, por la que un día perdió los sesos y la cabeza por su eterno amor, pero, ¿qué eterno amor?, sino lo ama, se pregunta Ocasio, otra vez. Y sí, que lo fragua en un numen inventivo y de una imaginación clara y tan contundente como el haber tramado la hazaña de amor por el amor de Luisa. 

Y se fue por el pensamiento oscuro, herido, ebrio y de un sólo sentido, el del amor sin ser correspondido en el alma y más entre los latidos de su corazón perdido. Y pensó e imaginó lo que nunca, una hazaña de amor, un récord de vida, una proeza como esa imaginación en que él la igualó con sus más terribles sentidos. Cuando en el trance de lo imperfecto, se dió lo que más triunfó en el alma una gesta así. Un sólo heroísmo por parte del hombre enamorado de Luisa, el tal Ocasio. Si cuando en la hazaña de amor se ofreció lo que más quiso en el alma, una decadencia y un efímero común, cuando en el embate se dió el más tormento y más cruel desenlace. Cuando en el alma se dió lo que más común se aferró en el trance cometido de poder creer en esa hazaña y en esa proeza tan arriesgada como el miso terrible del desenlace de ella. Cuando se atormentó la esencia y más que eso la misma efectividad de creer en el alma devastada y, peor aún, de creer en el alma cruel de dar con tan sólo una insistencia de hacer tal proeza y una hazaña así y de tal forma en que se dió el mismo amor en el pobre corazón, de Ocasio. Y esa impresión sólo lo llevó por el momento cruel y devastador de iras insolventes al saber que su rumbo era así. Como el mismo embate de creer en el alma fue como una osada osadía en saber que su momento lo llevó a esa hazaña o a esa proeza, en la cual, se siente como un instante feo y deteriorado de creer en el instante lleno de esa gesta sin realizar y sin más que eso descifrar en el convite autónomo de dar con el amor de Luisa en su propio coraje de su corazón. 

La vida de Ocasio se aferró al trance efímero y conceptual de cada amor en él, en su propio corazón y en su propio mundo. Si en el destino frío se sintió Ocasio, como se aferró al deseo y más que eso al silencio perenne de creer en el inicio de un tormento como era el amor verdadero de Luisa. Y sí, tuvo varios amores como ninguno como el de Luisa, él dice que ese amor era como la flor renacer en el desierto mágico en que él piensa y se imagina como todo héroe de esa hazaña en proeza. Si la magnífica distancia entre Luisa y Ocasio, se vió aferrada al combate álgido de creer en el delirio frío y tan conceptual de haber amado a Luisa y sin tener un amor correspondido por parte de Luisa hacia Ocasio. Y se vió ebrio, herido, insípido y devastado como en el aire un perfume y era el de Luisa. Como un suburbio autónomo de dar con el sí, en el alma de Ocasio amando a Luisa por un amor lleno de amor y de pasión ardiente en que él, Ocasio sólo lo siente así. Y como un instante en que se siente como el derecho en abrigar el instante en que se siente como el mismo coraje de amar, y en sobrevivir en el combate de creer en el alma sin la luz que emana de ella de Luisa, y él, sólo él, quería a ese amor y más a esa luz en que el silencio se da como preámbulo de un instinto cruel en obtener a esa luz de Luisa. Cuando en el embate de creer en el silencio se abrió la insistencia de creer en el mayor perfecto de los instantes en que se dedicó a ser tan fuerte como sus propios latidos en el mismo corazón. Si la vida de Ocasio, se aferró al desierto sí, y a la luna revestida por una transparente luz y por una ebriedad tan dura y como perdura desde su propio interior. Cuando en la vida de Ocasio, se horrorizó en el trance y en el percance mayor de dar como un cometa de luz en el camino perdido si en el percance de atraer en el rumbo una conmiseración innata y tan original en dar el mayor de los momentos se aferró a traer un dolor en su alma sin la luz de Luisa. Cuando en su mundo se hizo como el imperio de sus ojazos de color marrón en que se mira como el ir y venir lejos de ese camino lejos de aquí, como el ir y venir tan lejos como el suburbio de un sólo todo. Cuando Ocasio, se ríe de la vida ebriamente, y dando lo que en peor se decide en saber que el destino era así, como que el destino se aferró como la distancia de saber que el amor de Luisa le quedaba tan lejos. Como que la distancia en saber que el dolor le llega y le lía de ése juego y de ese silencio autónomo en saber que el delirio se aferró al mayor trance de saber en que su ira lo devasta todo. Cuando en el trance de la verdad se aferró si se dió lo que más se abastece la calma y el sufrimiento de un sólo todo. Si cuando en el delirio se automatizó la espera de ver el reflejo de cielo transparente de un nuevo color. Cuando se intensificó lo que más queda de ver el cielo por un sólo reflejo automatizando la espera la que no desespera y la tan inesperada tormenta de caer bajo el imperio de esos ojazos de color marrón. Cuando Ocasio, se dió lo que más se envenenó en el alma fría, y tan desolada de tiempo y de iras sin concluir. Si en el tiempo y en el ocaso, el fracaso se dió lo que más muerto quedó en su alma putrefacta y de un sólo tiempo inerte y tan frívolo. Cuando la vida de Ocasio, se electrizó su forma más conceptual y más fría como el canon específico de un amor sólo con la misma tormenta que cae desde el horizonte. Y se vió aferrado y muerto al trance mayor de su corta experiencia y de su corta existencia. Cuando en el suburbio de lo acontecido se perforó en su alma esa luz, la de Luisa. Y se vió pernoctando en el aire, como soslayando en el tiempo y en la manera de ver y de atraer en la forma más inerte como transversa de caer en el tiempo. Como una sola penumbra en la que el tiempo, quiso ser a ciencia cierta lo que más se debió de querer en el     mayor ocaso de esa pesadilla en ser tan ebrio. 

Si el amor de Ocasio, era real, no fantasioso ni irreal, sino tan transparente como el cielo, o como el mismo cielo y debatir en lo corto y en lo efímero de un corto percance, en decaer su alma fría, y no era equidad sino frialdad. Si era trascendental como lo más conceptual de un sólo todo, cuando en el momento cae como el mismo desenlace y tan correcto como lo real de ese puro e inocente amor que le tiene Ocasio a Luisa. Si su amor lo era todo, desde calores extremos hasta por lo consiguiente, tener una osada osadía en la mayor parte de un sólo todo. Cuando en el tiempo y en la mayor de las veces, se ofreció más en el imperio de creer en el mayor trance de ver la luz total y mayormente en sólo caer desde lo más alto y soslayar desde lo más perdido. Y de un sólo todo, se dió la fuerza efímera en poder creer en el mayor embate en poder decir que ese sólo amor era de tiempo, cuando en el mayor trance de la verdad, sí, fue lo más efímero y lo más conceptual en creer en el empate y en saber soslayar en el tiempo y en la verdad y tan efímera en poder creer en el amor sin dolor, pero, ¿qué dolor?, si en su alma adolorida se aferró más a su esencia de hombre enamorado. Y se identificó más en lo cobarde de atraer el dolor a su vida, siendo más eficaz la muerte que el intento por enamorar con una hazaña de amor a Luisa. Y quedó abrumador el momento en que el amor de Ocasio se electrizó de tal forma en que su mundo quiso navegar por el mar abierto. Y dejando frías las manos corrió enseguida a tomar el trance perfecto, de la sanación de su vida y más de sus ojazos de color marrón. Y quedó como todo hombre al percance de la dicha y de la vida automatizando un sólo por qué y tan desnudo como lo era sobrevivir en un ocaso frío y por delante de un sólo tiempo. Y el amor de Ocasio en un sólo mal porvenir se vió horrorizado de espantos y de un terrible desenlace. Si en el  ese mal desenlace se vió enfrentando a su manera de ver y de observar la crudeza del amor, en cuanto al saber de la compañía de su mundo cuando en el mal y en la mala crueldad de saber que su electrizado momento se vió atormentado de fríos y por un amor como el de Luisa. Cuando la hazaña de amor, creyó como lo más raro del momento, cuando en el ocaso se dió lo más cruel de un todo saber en el instante de saber que su final llega, como lega la frialdad de un por qué. Cuando en su momento se electrizó la forma de ver el triunfo de ese amor entre sus manos perdidas. Y era ese amor el que quería como un sólo amor, con el cual, se debate una escala en sorpresa cuando su momento se enfrió como el mismo tormento en abrir el desconsuelo de servir en un sólo trance. Divirtiendo en el paraíso ese amor en el trance de lo perdido en el ocaso muerto y sin un cruel destino. Cuando en el instinto de ese amor, si en cada cual, se permite observar el amor en cada poro de la vida de Ocasio por el amor de Luisa. Cuando en el suburbio automatizado de la gran espera, se esperó por el mal camino que tomó Ocasio con esa hazaña de amor, la cual, tomó por un mal camino le de la muerte álgida y tan gélida como el mismo tormento. Si el amor de Ocasio se aterró al instante y al mal desamor por no ser correspondido y no ser como el mismo dolor en la fuerte espera de entregar hasta el alma por Luisa. Si en el trance de observar el ocaso más vivo en creer en el flavo color de su amarga existencia cuando su mundo se abrió de dolor y en creer en el mayor combate de dar con el amor de Luisa. Cuando en su momento cayó como calla el silencio en un corto tiempo de amar lo que más quiso amar a su amor, el de Luisa. Cuando su amor le dió con el temor de aferrar el ocaso dento de su propio coraje el del pobre corazón, sintiendo el amor de Luisa. Cuando ese amor le cayó como en el alma sin la luz que emana de ella misma, cuando en la oscuridad se aferró a un todo salvando el amor en el mismo corazón.     

   

 

Continuará………………………………………………………………………………………...