Que hiciera un jardín me dijiste
de rosas blancas y coloradas
y fueron mis manos tan obstinadas
que te hice el mejor que existe.
Ahora tu no estas y estoy triste
mi alma se quedó deshabitada,
pues sin ti no importa nada
desde el día que te fuiste.
Y en ese jardín, paso llorando
los rosales me van mirando
mientras lloro sin cesar,
Mientras yo los iba tocando
y su aroma estaba sintiendo
vi que aprendieron a llorar.
Autor: Augusto Cuerva Candela
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